domingo, 17 de junio de 2012

LISBOA, imperial, marinera y contemporánea



Lunes, 5 de diciembre de 2011.
“LOS PREPARATIVOS”

Hoy estamos preparando la salida para viajar a Lisboa. Llevamos todo el fin de semana con los preparativos y ha llegado la prueba de fuego, un viaja de moderada duración para probar nuestra recién estrenada caravana. Esta mañana Boni y yo la hemos traído desde el parking de Alpedrete a la puerta para que yo vaya empezando a cargar los enseres necesarios. Mientras los niños están en el colegio, estoy aprovechando a preparar la nevera y la despensa para estos cinco días. Galletas, pan de molde, leche, café, infusiones,( para nuestros relajados desayunos), y una gran carga de tuperware donde llevamos comidas y cenas para toda la estancia. ¡Estupenda esta nevera! Ha entrado todo, embutido, quesos, yogures, sopas, verduras, cremas, albóndigas, pollo empanado, lomo, pasta…. y hasta algo de fruta. Decididamente esta nevera promete en Suiza.

Mi amiga Mónica me ha recogido a los niños del colegio y así poder estrujar al máximo la mañana y mi otra amiga Sandra los llevará a música para estrujar el día aún más. Boni ha llegado a comer, enseguida se pone manos a la obra con los depósitos de la cv. Adrián y Alex están en la mesa del comedor haciendo los deberes a regañadientes con la intención de poder aparcar todo tipo de responsabilidades que no sean lúdicas en este puente de diciembre. Pobrecillos, también están aportando su granito de arena en esta operación salida. Cuando han llegado a casa y les he dicho que tenían que dejar los deberes liquidados se han venido abajo con la interminable lista de ejercicios que traían. Pero ahí están, en la mesa del comedor, controlados y motivados mientras Boni y yo entramos incesantemente de la cv a casa. Alex termina sus quehaceres y ayuda a su padre a rellenar el agua de los depósitos y los químicos. Adri sigue todavía con lengua, cuando venga de música terminará con matemáticas, con el trancazo que tiene hace lo que puede….

Son las 19.30 hemos terminado de cargar todo en la cv y solo queda darla la vuelta y engancharla al coche para dejarla orientada hacia la calle. Hemos pensado salir por la mañana de madrugada y queremos dejar todo listo a falta de montar a los niños.

Empieza la movida. Encendemos el mover y empieza a girar. Eso, decididamente ha sido una gran inversión para la cv. No quiero pensar lo que podría haber sido dar la vuelta a este bicho sin el aparatejo. Boni, con la cara de tensión que le caracteriza en este tipo de situaciones, ya la tiene casi dada la vuelta. Ahora falta enganchar. Bien, eso no será problema porque lo hemos hecho ya en otras recientes ocasiones y es lo que mejor se nos da….
Bueno, lo que mejor se nos daba porque son las 20.00 horas y tenemos un pequeño problemilla,( tic, tac,..)… un problema (tic, tac..)…..un problemón. La rueda del estabilizador no hace carraca, ni para atrás ni para adelante. En M3 caravaning no nos cogen el teléfono…(.tic, tac,..). Boni me sugiere que localice a Paco, el marido de Elisa, otros buenos amigos veteranos en esto de la cv que se han ofrecido a echarnos una mano con cualquier duda o problemilla que se nos presente.

Entro a casa a localizar su número de teléfono y Adri sigue ahí, luchando con los deberes de mates, entre bostezo y protesta. Le digo que colabore que todos tenemos problemas. Me pregunta qué tipo de problema, se lo explico y parece que se hace los cargos.
Hemos localizado a Paco (nuestro héroe del día), nos dice que en un momento está aquí. Hace un frío que pela, yo mientras llega, me he metido en casa a seguir animando a Adri. Alex ya está duchado y en pijama viendo lo dibujos. Boni sigue en la calle, intentando que la rueda del estabilizador se desatasque mientras el iluminado San Paco obre el milagro del día. He salido a la calle y allí estaban ellos, nuestros colegas, los de Vallecas, los que pueden solucionarte un problemón técnico sin llamar al departamento al día siguiente para que puedas continuar carretera y manta y llegar a destino, Lisboa.
Efectivamente, Paco se ha hecho con el fallo técnico, le ha pedido un destornillador y un martillo a Boni con mucha decisión y con una soltura tremenda se lía con la bola del enganche sin contemplaciones. Elisa, su mujer, le dice,- Paco con tranquilidad que estos muchachos no saben cómo las gastas-, pero Elisa sí y sabe que nos saca de ésta.

¡Eureka! Lo ha conseguido. La rueda ya hace carraca. Boni toma nota de los consejillos que nuestro amigo le da y a las 21.30 todavía nos da tiempo a echarnos unas risas con la pelona que está cayendo en Dr. Andrés Hernández. Nos despedimos de Paco y Elisa, emplazándoles para el próximo viaje y entramos a casa. ¡Eureka! Adrián ha terminado los deberes. Esto empieza otra vez a funcionar. Ahora, cenita, duchita para Adri y su papi, los únicos que quedan por pasar por ella, ponemos despertador y a la camita. Mañana emprendemos viaje rumbo a Lisboa y hay que estar descansados.




Martes, 6 de diciembre de 2011
Madrid-Lisboa (646 kms)
“EL VIAJE”


Hemos puesto el despertador a las 6.00 y nosotros desayunamos en casa. Tenemos pensado que los peques desayunen por el camino, en una de las paradas técnicas del viaje. Los niños ya están en el coche, va a ser imposible que se vuelvan a dormir, ya son mayores y la emoción les supera. Comprobamos mover, patas, puertas cerradas, espejos….sí todo parece listo. Podemos emprender viaje.
Atravesamos el cinturón sin ningún problema. Hoy es fiesta en Madrid y no hay mucho tránsito en las carreteras. Adrián va despierto pero muy tranquilo, no habla, Alejandro no para de hablar por los dos.
Por la A5 sin darnos cuenta estamos en provincia de Toledo. El campo tiene una helada considerable y alternamos bancos de niebla con tramos muy soleados y despejados. Nos adelantan muchos todoterreno con carro: Periodo de caza, los cazadores llevan a sus galgos a la caza de liebres. En un tramo de la carretera hemos visto a un grupo de ellos iniciando la caza. Al fondo el Sistema Central, yo voy colocando los pueblos de mi niñez, Mijares, Gavilanes, Casas Viejas,…Todo Gredos se puede ver al fondo, El Almanzor y La Mina están algo nevados, muy poco, lo suficiente para indicar a los niños fácilmente donde están los picos y recordarlos que estuvieron allí a finales de verano. Ahora hay un sol maravilloso, tenemos intención de parar en breve, en un área de descanso en el km. 234, para que desayunen los niños. Estamos entrando en un banco de niebla bastante espeso. Bingo el km 234 está dentro del banco. Ley de Murphy, claro. No pasa nada en absoluto, estamos solos en el área, así que estacionaremos con comodidad. La temperatura es suave, hay humedad pero no hace mucho frío. Los niños han desayunando dentro de la cv. Hemos estirado las piernas un poco y continuamos viaje. Más adelante repondremos gasolina.
Vamos a entrar en Portugal y tenemos que informarnos donde adquirir el nuevo sistema de telepeaje para las “estradas” portuguesas. Paramos en la primera área de servicio, el punto de información turístico que hemos visto desde la autovía y por el que hemos parado está cerrado y desmontado. Me dirijo entonces a un restaurante de carretera a preguntar mientras Boni se queda con los niños. Dos cocineras muy amables se esfuerzan en decirme que tenemos que dirigirnos a la población más cercana, Elvas, y una vez allí en la plaza principal adquirirlas. No hay otro modo. Estas mujeres no se hacen una idea de lo que es ir con una cv, lo intento pero claro, no es su guerra. Así que, les agradezco muy sonriente su colaboración (porque he leído que los portugueses son muy exquisitos en las formas) y me voy a comunicar a Boni” la buena nueva”.
Al final no ha sido para tanto, en la gasolinera a Boni le han dicho que no es necesario en este tramo de autovía el telepeaje y que podemos pagar en el control. Por lo que, hemos continuado nuestra ruta y cuando rebasamos Elvas nos damos cuenta que es una población amurallada muy propia para entrar con una cv en busca de una tarjeta para el peaje. ¡Qué majas las portuguesas!

Ya estamos llegando a Lisboa. El paisaje está lleno de encinas y de bosques de pinos albares y alcornoques. Hay una alfombra verde en el suelo. El clima lo hace propio. Atravesamos parte del bajo Alentejo y llegamos al alto. El viaje ha transcurrido tan bien, que por la hora, hemos decidido instalarnos en el camping y comer allí ya. Los niños han superado el último tramo con la película de Caperu y van destornillándose de risa con la cabra loca.

La llegada al camping no ha sido muy laboriosa. Lo más espectacular entrar por el Ponto 25 de Abril con ella. Los niños han aprendido lo que es un estuario y cómo desemboca un río como El Tajo que nos ha acompañado a su paso por Mérida y en algunos otros tramos del camino para convertirse ahora en El Tejo.

Hemos llegado al camping que está situado en un parque natural, el de Monsanto, muy céntrico, es como la casa de Campo de Madrid. Nos han atendido muy bien en el registro y después un hombre muy amable, con un muy bien estudiado español, nos ha informado de los distintos transportes y partes emblemáticas de la ciudad. Después nos ha indicado cuál es nuestra plaza para la cv y se ha despedido de nosotros. El camping está perfectamente preparado, muy verde, muy limpio y sobre todo, muy tranquilo. Alguna cv más a lo lejos y nosotros sin ninguna dificultad para colocar la nuestra. Una vez más el mover ha cumplido su función.
Después de comer y comprar en recepción un adaptador de la luz, porque a pesar de venir sobre aviso y tener todo tipo de enchufes universales, hemos tenido que comprar otra mucho más universal, yo le voy a llamar, el sobreuniversal, que espero nos acompañe ya a nuestros viajes a la luna; hemos decidido acercarnos al Chiado en coche para pasear y tomar contacto con la ciudad. Es tarde para transporte público y Lisboa tiene pinta de acostarse temprano, así que nuestra intención es regresar no muy tarde. No me equivocaré.
Efectivamente, El Chiado es la parte comercial de Lisboa, los edificio clásicos me recuerdan al barrio de Salamanca. Hemos dejado el coche en un parking en la Praça do Municipio y estamos paseando por una avenida amplia hasta llegar a la Plaça do Rossio. El paseo está lleno de veladores porque la temperatura en esta ciudad se presta para ello. Pero me llama la atención que no hay mucha vida, están prácticamente vacíos, a pesar de estar impolutamente preparados para la ocasión y estar en la antesala de la Navidad. Las pastelerías están recogiendo. Hemos entrado en una para comprar algo de bollería, es difícil resistirse a ello y voy con una panda que cómo para hacerlo. Nos hemos comprado unas magdalenas que tomaremos en la cena. Son las 20.00, hora local, y la ciudad toca a su fin. A lo lejos el Castillo de San Jorge nos recuerda que mañana tenemos una buena jornada. De regreso al camping esquivamos una y otra vez las piruetas de los conductores portugueses. ¡Qué pasada! Ya nos adelantó el de recepción ¿ve usted la señal de prohibido? Pues ni caso, está de adorno. Alex ya está satisfecho con Lisboa, ha pasado por el estadio del Benfica y del Sporting de Lisboa y ha visto pasar los tranvías, dice que Lisboa mola, Adrián le advierte que todavía no ha visto nada. Son grandes mis niños. Ahora cenita, y a la cama. Estoy muerta y mañana toca madrugar.


Miércoles 7 de diciembre de 2011 “LISBOA”
Barrio de Belem y la Baixa
“El Encuentro”

Son las 7.30 hora local. Hemos despertado muy pronto. La verdad es que hemos descansado bastante porque nos acostamos pronto. Los niños enseguida han preguntado si ya era de día y cuando hemos levantado los oscurecedores nos hemos dado cuenta que todo el camping dormía. Esto nos ha permitido prepararnos con tranquilidad. Nuestro desayuno con tostadas y zumo de naranja no ha faltado. Luego Alex y papá se han ido a fregar los platos mientras que Adrián ha preferido quedarse pintando. Cuando han regresado Alejandro trae un montón de noticias. Ha descubierto un minigolf, un supermercado, una piscina y hasta unos baños extra limpios que, por supuesto, ha utilizado. Mientras preparamos los bocatas para nuestra salida los peques están jugando al futbol, no sin una disputa que otra claro. Pero ya estamos preparados y nos dirigimos a la parada del autobús para comenzar nuestra visita.
Nuestra primera parada será en Belém. Al igual que Roma, Lisboa se asienta en 7 colinas y este es uno de los barrios históricos populares que se extiende por la parte oeste. Hemos cogido el autobús 714 sentido Praça do Figueiras pero nosotros nos apearemos en la Rua de los Jerónimos y nuestro primer objetivo es comprar un pase de transporte que nos salga económico y sobre todo rentable. El conductor amablemente, antes de bajarnos del autobús, me ha señalado un establecimiento que no sabría definir exactamente, algo así como, estanco, papeleria, tienda de souvenir, donde expiden todo tipo de pases que se pueden utilizar en los Carris (la red de transporte de Lisboa). Ya tenemos tarjetas de transporte. La señora de la tienda se ha empleado a fondo con nosotros. Los lusitanos parecen pacientes en sus formas. Luego, claramente sacan la vena latina en su manera de conducir y discutir entre ellos. Pero a nosotros nos están tratando de miedo. Al final hemos comprado unos pases que nos serviran durante 24 horas desde el momento de utilizarlas, por lo que por solo 21 euros vamos a montar en todos los transportes que queramos en ese tiempo. Tenemos pensado patearnos la ciudad pero ya solo con la ida y la vuelta al camping y la movilidad entre los dos barrios a los que queremos ir lo tendremos amortizado.
Acabamos de doblar la calle y ahí está: La fachada del Monasterio de los Jerónimos. Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es una joya del estilo manuelino y no me extraña, uno de los monumentos más importantes de la ciudad. La iglesia tiene una bóveda impresionante y me llama la atención su luminosidad. También me llama la atención cómo mis hijos observan alucinados la iglesia. No están acostumbrados a muchas y no pueden entender que su mamá disfrute tanto en una de ellas. Intento no aburrirles con la parte técnica del asunto y les explico su utilidad. Una señora mayor anda susurrando en cada una de las capillas que se ubican a lo largo de la nave longitudinal. Alex me pregunta por lo que hace y yo le digo que rezar y confesarse porque cree en dios. Alex no sale de su asombro cuando le hablo del pecado….en fin.
Acabamos de atravesar el claustro y nos dirigimos a la Torre de Belem. Para llegar hasta allí tenemos que llegar hasta el puente que cruza al otro lado del paseo. Es un lugar precioso para discernir la franja que separa El Tejo del Océano Atlántico. Adri nos pregunta que si eso que se ve a lo lejos es América y yo le respondo que si fuera eso América ya estábamos embarcando la caravana. Intentamos pasear a lo largo del muelle esperando que ninguno de los prendas se caigan al fondo. Su padre los engancha de la mano mientras yo me peleo con el mapa. Caminando hemos llegado al Monumento a los Descubrimientos, con sus 52 metros de altura fue construido para celebrar el V centenario de la muerte del príncipe Enrique el navegante. Decidimos subir porque pensamos que tiene que haber una interesante vista de esta parte de la ciudad. ¡Qué buena vista que nos permite inmortalizar los Jerónimos completamente y sin autocares y además percatarnos del puente que pasamos ayer con nuestra cv, eso es coraje! Más tarde nos daremos cuenta de que ese es de principiantes y que todavía hay otro más largo, el de Vasco de Gama.
Caminando hemos llegado otra vez al otro lado del puente y nos hemos sentado en la Praça Alfonso de Alburqueque. Como es ya la una y media y hay unos bancos estupendos, decidimos sacar nuestros bocatas para almorzar. Después tenemos pensado visitar el Museo de carruajes (uno de los más importantes de Europa) pero está cerrado por reformas y piensan abrir el día 9. Así que, adelantamos nuestro café en la pastelería Belém con pastelitos de su mismo nombre y una especie de pepitos de chocolate para los niños que según ellos están de vicio. La parada ha merecido la pena. Mientras tomamos nuestro café observo cómo los portugueses saborean exquisitamente sus dulces mientras algunos españoles imponen su idioma al camarero sin contemplaciones y comparten un pastelito para dos poniendo en cuarentena la degustación del pastel.
Hemos cogido el autobús para llegar a la Baixa y en un apretado trayecto llegamos a la Praça da Figueira. Esta plaza me ha encantado. Al Oeste de ella hay una escalinata que sube al barrio Occidental que más tarde visitaremos en tranvía. Al sur la rua Augusta que divide el barrio del SVIII construido por el Marques de Pombal y que conduce a la Plaça do Comercio. En la parte noreste esta situada la gran Estacion Central. Pero nosotros queremos llegar al Castelo y visitarlo antes de que anochezca. Para ello vamos a tomar el tranvía 28, que sale a poca distancia de la plaza.
Efectivamente, el tranvía es punto de encuentro de los carteristas y carne de cañón para los turistas. Hemos necesitado 17 paradas para llegar al Castelo de Sao Jorge. Ha sido algo divertido porque el tranvía parecía el camarote de los hermanos Marx. Una brasileña discutía acaloradamente defendiéndose de los improperios de un portugués algo racista, al mismo tiempo que alguna voz en alto anunciaba la presencia de carteristas. Una señora mayor ha levantado a Boni de su asiento con un solo ademán y unos cuantos indigentes alcohólicos se descojonan en portugués de todos nosotros, entre esputos y berridos que no pillo. También hay un rabino y un hombre vestido de negro impoluto que Boni y yo hemos decidido que tiene todas las papeletas para ser el más ratero de todos. Mientras tanto, la madera del tren está haciendo sus esfuerzos por no abrirse en dos subiendo por las empinadas cuestas del barrio de la Alfama. Tiene su parte bohemia y romántica todo aquello, pero deduzco, por su mirada que a mi querido marido no le gusta nada.
Por fín llegamos a nuestro destino a salvo de carteristas y a su favor tengo que decir que el Castillo tiene unas vistas privilegiadas de la ciudad, que ya es mucho, porque puedes ver desde ahí un entramado de barrios lisboetes entre tejados que dan paso a callejuelas y fachadas desgastadas por el tiempo y el terremoto que asoló Lisboa en el 1755. Una de las curiosidades que más nos han divertido a todos en este castillo es la Torre de Ulises, desde donde y a través de su periscopio se pueden divisar los movimientos desde todos los puntos de Lisboa. Aunque la ciudad fue fundada por los fenicios se le atribuye a Ulises la leyenda de que la ordenó levantar él. Pero eso es solo una leyenda del Siglo XVIII que da el nombre a la torre.
Después de visitar la fortaleza hemos dado un pequeño paseo por los alrededores. Pintoresco barrio el de la Alfama, entre callejuelas empinadas y empedradas con un significante olor de ropa lavada y flor de azahar. Se acerca el atardecer y no queremos permanecer por esos arrabales con los niños, asi que decidimos coger el autobús que nos devuelva a la Praça da Figueira y mañana con la visita a la Catedral continuaremos paseando por esos barrios. Curiosamente la vuelta se ha resumido en 4 paradas. Decididamente, salvo cambios de última hora, el tranvía ya lo hemos probado lo suficiente, muy típico sí, pero demasiado arriesgado para salvar nuestras carteras a la par que retardado.
Cuando nos apeamos del autobús desembocamos por la rua Augusta a la Praça do Comercio. Esta plaza está rodeada de una serie de edificios porticados, es muy bonita, situada a la vera del rio Tejo, pertenece a la época del Marqués de Pombal y la estatua ecuestre que representa a Jose I construido en su memoria como responsable de la reconstrucción de la capital después del terremoto.
Ya hemos pateado suficiente por hoy la ciudad. Los niños está cansados y andan como locos buscando la parada del autobús que les devuelva al camping. La vedad es que nos lo merecemos todos. Por fin encontramos la parada que nos devolverá a nuestra cv. Nos quedan 27 paradas pero esta vez hemos cogido 4 estupendos sitios que solo osarán ser perturbados por una legión de niñas portuguesas que a estas horas aún portan en sus espaldas las mochilas del cole . Sus respectivas madres, han dejado a dos de ellas subirse literalmente a un mochete del bus atrás del todo. Una de ellas abre la ventana, lo que al principio agradecemos pero luego se vuelve en nuestra contra porque hace fresco, tanto que a mi amiga Mónica le hubieran reventado el trayecto. Las niñas siguen colgadas en el autobús y no suman entre las dos ni 12 años. El conductor como Fernando Alonso prosigue su marcha en la competición. Nosotros hemos llegado a nuestra parada. Atravesamos 100 metros de carretera para acceder al camping. Alex me pregunta que por qué miro hacia atrás, yo evito contestar.
Después de ponernos cómodos y cenar calentito solo son la 20.30 horas, los niños juegan al master min con su padre. Alex ya ha caído. Solo quedan Boni y Adri que continúan jugando al domino. Ahora solo quedo yo que sigo escribiendo estas líneas. Mañana más.

Jueves 8 de diciembre de 2011
La Alfama- La Baixa – El Chiado- Oceaneario.
“Callejear por Lisboa”

Hoy está nublado. Son las 10.30 horas y estamos preparados en la parada del 714 para comenzar el día. Hemos decidido acercarnos a la Baixa y regresar a comer a la cv. De esta manera terminaremos de gastar nuestras tarjetas de transportes que caducarán a las 14.30 horas y después nos acercaremos por la tarde en coche al Parque das Naçoes donde tenemos pensado visitar el oceanográfico, pues lo recomiendan por ser el mejor de Europa.
Hemos descendido en la Rua da Prata, perpendicular a la Praça do Comercio para adentrarnos en el barrio de la Alfama y visitar la Sé Catedral. Por el camino nos hemos cruzado con tres o cuatros tranvías. En seguida, siguiendo el recorrido por la rua do Conceiçao, con algún giro que otro y una subida no muy empinada, hemos alcanzado la catedral. Por el camino Alex se ha quejado de que tenía frío en las piernas. Su padre se ha enfadado un poco con él, porque antes de salir del camping le ha preguntado si estaba seguro de su atuendo. Pero, la verdad, hoy el día es muy húmedo, no tiene nada que ver al de ayer. Es una humedad que te cala hasta los huesos y que debe ser muy agresiva, observando las fachadas de los edificios.
Hemos entrado en la catedral. Apunto de empezar los oficios. Hoy es fiesta nacional en Portugal. En concreto La Concepción es su patrona. Cuando vamos avanzando por la nave, nos damos cuenta que en una de las capillas hay un grupo de sacerdotes engalanados con sus vestiduras y que van a proceder a salir en segundos. Uno de los sacristanes empieza a enfilar su mirada a los turistas que merodeamos por ahí y nos indica que nos orillemos a un lado de la nave. Nosotros decidimos quedarnos un rato para observar el momento y de paso explicar a los niños lo que está pasando. Los sacerdotes están preparados para salir y otra vez el sacristán de antes, me increpa con su mirada y me ordena inmediatamente, con un ademán que capto a la primera que me quite la gorra que llevo puesta. Como siempre esta gente tan cordial y misericordiosa, haciendo amigos. La procesión se pone en marcha por orden de autoridades, sacerdotes, aspirantes, mecenas, en el centro va el obispo y cuando rodean la nave y se encaminan al altar con el botafumeiro y el coro de fondo, nosotros nos despedimos de la escena, salvando un par de cordones que creo yo, acaban de poner para captar a los turistas despistados (como nosotros). Bromas a parte, es una de las pocas catedrales de estilo básicamente románico, y se nota como el terremoto hizo su impacto en ella. Bordeamos todo el perímetro para ver todas las fachadas y nos adentramos a callejear por el barrio de la Alfama, típico entramado de calles, en donde en algún rincón de alguna de ellas esperamos escuchar un fado.
A pesar de su deterioro y su suciedad yo lo encuentro auténtico. A mí, personalmente, me chifla la arquitectura popular. La monumental es grandiosa y bella por sí misma, porque nos relata la gran historia, las hazañas del hombre, pero la popular, es la verdadera esencia del pueblo, de sus gentes. La pequeña historia, es para mí la gran historia de la humanidad, la que nos informa de sus miserias y alegrías que se hacen patentes en cada uno de sus balcones, fachadas, empedrados y personajes con los que te cruzas en su recorrido.
Hemos llegado a una bifurcación de callejuelas y nos chocamos con una panadería del barrio de la Alfama. Huele muy bien y necesitamos pan, así que vamos a comprar. La panadería es austera, no tiene mucha variedad. Es un reflejo de lo que hasta ahora hemos visto por aquí, pero en versión exagerada, por ello estamos en la Alfama. Saco mi propias conclusiones y me puedo equivocar, pero creo que los lisboetes son gente muy sencilla sin florituras, aunque sigo pensando que muy dulces y pacientes en sus formas. La señora que regenta el comercio, después de mostrarnos las monedas, pues no la entendemos nada, nos ha cobrado 1,02 euros por 6 panes tipo mollete. Nos ha parecido barato. En general todo está mucho más barato en Lisboa. Se nota que la crisis está haciendo estragos en esta ciudad.
Con tanto paseo Alex empieza a aburrirse de tanta calle bucólica y quiere regresar a la Praça do Comercio, le ha gustado tanto, que decidimos bautizarla con su nombre.
Nos dirigimos hacia el Chiado atravesando la Baixa y pasito a pasito llegamos a la rua Aurea. Esta calle es territorio de ambos barrios, totalmente peatonal y muy comercial, los niños quieren llevarse un recuerdo insignificante de la ciudad y acaban decidiéndose por el gallo representado en un imán. Se han puesto de acuerdo inmediatamente con el color y lo han elegido en verde. Están muy contentos porque llevan la prueba de su paso por Lisboa.
Continuamos adentrándonos en el Chiado y en una de sus calles me doy cuenta que Boni se ha quedado atrás con uno de los niños. Cuando me paro para saber que pasa me percato de que está hablando con un chaval joven. Nos hemos encontrado con Iñaki, un antiguo vecino de Villalba que ya es todo un adulto. Intercambiamos unas palabras, enviamos recuerdos a sus padres y continuamos la marcha.
El Chiado es un barrio precioso, tiene un encanto especial y por eso se gana el título de una de las zonas más características de Lisboa. El barrio de pescadores, ha dado paso a un escenario noble y elegante. No te cansas de subir y bajar calles. Cada fachada es una explosión de colorido y un sinfín de perspectivas que juegan con el mar y edificios emblemáticos. El suelo, escrupulosamente empedrado te hace retornar a un pasado reciente.
Intentamos hacer una trayectoria circular y descendemos de un alto a pocos metros de la Estación Central por unas escalinatas hacia una de las calles comerciales que bajan hasta la Praça do Comercio. Es la hora de comer, y otra vez los restaurantes tienen preparadas las terrazas fuera. Nos invitan uno y después otro a sentarnos y degustar su gastronomía, pero nosotros vamos a comer en nuestra cv. Es triste comprobar que la hostelería esta hundida. En un día como el de hoy, con todos los portugueses de fiesta, y un montón de españoles visitando la ciudad, no hay nadie que se digne a sentarse en una mesa a degustar un buen plato de bacalao. Los precios no pueden ser más económicos, pero la escena es desoladora y mi cabeza me lleva a pensar que hace 4 años, sin ir más lejos, no habría habido una mesa libre.
Los niños están cansados y decidimos regresar. Desde la Praça do Rossio alcanzaremos una de las calles que bajan al mar, pero Adri y Alex quieren hacer pis y no pueden esperar hasta llegar al camping. Es tarde para tomar algo, así que nos desviamos bajando por la paralela de atrás de la rua Aurea para llegar a un centro comercial en donde habrá con toda seguridad unos baños. En el camino un par de chavales jóvenes que llevan dos camisetas blancas, nos abordan. Llevan escrito en portugués “abrazos gratis”, así que nos deshacemos todos en abrazos y desde ese instante quedaremos inmortalizados en las descargas del you tube.
El centro comercial es una especie de ABC Serrano, engalanado de fiestas navideñas. Mientras espero a que mis tres mosqueteros salgan del baño, en el vestíbulo de la entrada hay una pequeña tienda de chuches y delicatessen de chocolate. Sin duda alguna, esa será una de las partes más interesantes del viaje para mis peques, y no me equivocaré, pues ya están como los perrillos buscando con sus ojos mi mirada, porque la de su padre ya está puesta en los dispensadores.
Hemos comprado chuches y nos vamos directos a la parada de autobús que nos llevará al camping. El recorrido ya lo tenemos tan estudiado que hasta nos parece corto. Adrián y Alejandro van en dos asientos delante de nosotros y no paran de observar a la gente. En el trayecto de ida, han visto como el inspector retenía a un joven por no pagar el billete y lo entregaba a la policía que le esperaba unas paradas después, en una comisaría del barrio de Belém. No pierden detalle de cada lección del día, pero Alex se asegura de que el recorrido que hagamos por la tarde se hará en coche. ¡Qué fenómenos están hecho!

A penas hemos gastado una hora y media en comer y ya estamos en el coche rumbo al Parque de las Naciones para visitar el Acuario. La última exposición universal del SXX tuvo lugar aquí en Lisboa. Estuvo dedicada al tema de los océanos como un patrimonio a conservar. No tenemos pretensión de visitar el recinto pero sí el Oceaneario, como lo nombran ellos. Además la primera tarde, antes de acercarnos al centro de Lisboa, desembocamos aquí y ya tenemos una idea del tiempo que esto puede llevar. No es nuestro objetivo. El nuestro es un objetivo más lúdico. Los niños se lo han ganado y tienen derecho a disfrutar con sus animalitos marinos. La pena que les hemos hecho crear unas expectativas muy grandes y nos hemos salido sin ver ballenas y delfines. Y si os digo la verdad, casi sin tortugas acuáticas, sino llega a ser porque yo le pregunto a una dependienta que - cómo puede ser que vendiendo toda clase de peluches y derivados de tortugas no hayamos visto ninguna.- La señorita muy amable, como siempre, me informa que hay dos acuarios, uno permanente y otro temporal y nosotros con nuestros 30 euritos solo tenemos derecho al permanente. No podemos dejar a nuestros viajeros especiales sin sus tortugas, por lo que pasamos por taquilla, otra vez, y gastamos otros 15 euros para la exposición temporal. Debe ser que las tortugas se marchan de vacaciones y no están siempre aquí. De otra manera no entiendo lo de temporal, puede ser porque tan longevas, ya se sabe, tendrán algún acuerdo con el Imserso…… No, no, Una vez visitado ya entiendo lo de temporal: Tardas más tiempo en que te entreguen las vueltas de los 15 euros que pagas, que en visitar esta parte del acuario. Ahora sí que me cuadra.
Pues eso, que como está indicado en las guías como el acuario más grande de Europa nos hicimos ilusiones. Pero debe ser en extensión no en especies, porque nosotros ya habíamos visitado alguno más interesante. Lo importante es que los niños no han quedado demasiado decepcionados. Seguramente la tienda de chuches y el estadio del Benfica les han gustado más.
Hemos llegado a nuestra cv. La verdad ,.. como sentirte en tu casita con ruedas. Hoy hacia un frío que calaba y al llegar y ponerte el pijama, con tu nevera, tus cosas…..Es genial. Boni ha aprovechado para vaciar el químico y los niños empiezan a entrar en esa fase nerviosa por la que no pueden parar de reír y hacer el gamberro. Pero al final, han caído los tres como benditos. Los tengo reventados. Tienes dos opciones cuando te encuentres con alguien que estudió turismo: Huir o disfrutar. Y mañana más

Viernes 9 de diciembre de 2011
Sintra – Cabo da Roca

Ayer nos despedimos de la ciudad de Lisboa, de sus calles, de ese Tejo maravilloso que aporta su granito de agua a ese inmenso océano que es el Atlántico. También de esa postal típica, sus tranvías bajando o subiendo por las calles empedradas, de su Chiado, de la Baixa, de la Alfama, de Belém…..de sus pasteis de nata….en fin, de una ciudad que nos recuerda que una vez ostentó un imperio y un comercio marítimo importante. Ironías de la historia, hoy Lisboa es una ciudad que, a duras penas puede soportar la losa de una crisis y que se aferra a Europa sin saber muy bien a donde ir. Lisboa nos ha gustado y tenemos la sensación que la hemos estrujado al máximo, a pesar de suponer que esta ciudad, como muchas otras tiene el sabor de sus bambalinas. Sin duda regresaremos otra vez.

Hoy, una vez más hemos descansado lo suficiente. Nos hemos tomada la salida con mucha cautela. Tenemos pensado visitar Sintra durante todo el día y además lo haremos en coche. Por lo que, después de nuestro ritual desayuno, he acompañado a Boni a fregar los platos mientras los niños terminaban de arreglarse en la cv. El día hoy ha amanecido bastante mejor. La temperatura es muy agradable y cada vez se están abriendo más claros en el cielo. Después de fregar los platos, Boni y yo hemos dado un paseo por el camping. La verdad es que es un sitio precioso, muy bien cuidado y lleno de vegetación por todas partes. Hemos curioseado un poco, observando los vecinos que nos dejan y llegan en todo momento. Además, en el proceso aprendemos truquillos de unos y desechamos inventos de otros. Estamos tan cómodos y felices en nuestro viaje que nos miramos y decididamente coincidimos los dos en que hemos acertado de pleno en la compra de nuestra cv. Estamos acostumbrados a brujulear y hacer mucha ruta en nuestros viajes y lo único que necesitábamos para continuar era “nuestra casita con ruedas”.
Son las 11.00 horas y emprendemos nuestra salida hacia Sintra. Hemos programado nuestro navegador y en apenas media hora llegamos allí. La localidad de esta ciudad se caracteriza por el número de palacios y palacetes que se pueden visitar y que reflejan el esplendor que ostentó Portugal en otra época.
Nos ha costado un poco aparcar. Lo primero que solemos hacer cuando llegamos a cualquier sitio de interés cultural, es calcular el perímetro de su casco histórico y así intentar dejar el coche en algún parking relativamente cercano. Enseguida nos hemos percatado que no era tarea fácil, pero puestos a elegir la zona de aparcamiento más lejana, nos hemos decantado por la primera bajada a mano derecha y a un par de minutos andando al punto de información turístico. No ha estado nada mal, teniendo en cuenta que en la primera vuelta pensamos que tendríamos que dejar el coche a una media hora de allí.
Una vez con un mapa en nuestras manos, decidimos empezar nuestra visita por a Quinta da Regaleira que está a cinco o diez minutos desde allí andando. Cuando hemos adquirido los tickets de la entrada nos han provisto de dos mapas del palacio y sus jardines. Adrián ha pasado como menor de 8 años para ahorrarnos su entrada, pero ha tenido el privilegio, junto a su hermano Alex de ser los maestros de ceremonias en la excursión a esta visita. Ha sido una elección fantástica, los niños se han divertido muchísimo. En primer lugar, decir, que el Palacete es un edificio muy bien conservado y construido que no tiene desperdicio arquitectónicamente hablando. Todo el conjunto presenta una harmonía en su decoración y es un derroche de artesonado en sus cubiertas. Las paredes se visten de motivos ornamentales, bien pintados, o recubiertos de azulejos esmaltados. Los suelos son alfombras de teselas romanas. Se nota al minuto que es un edificio que perteneció a un personaje adinerado en un momento de bonanza económica. Las obras del conjunto se atribuyen al maestro Luigi Magnini y aunque en un principio la finca pertenece a la Baronesa de la Regaleira, de la que toma el nombre es en el SVIII cuando pasa a ser propiedad del célebre capitalista Carvalho Monteiro responsable de todas las modificaciones y ornamentaciones de la finca. Pero lo verdaderamente divertido son los jardines. Un laberinto de paseos y grutas recubiertos con todo tipo de vegetación traída de otras partes del mundo en donde uno se puede perder y pasar la friolera de 2 horas. Pasadizos secretos, grutas excavadas en las rocas, torres y miradores de los que es difícil escapar sin un plano en la mano. Los niños se han convertido en unos estupendos exploradores orientándose en todo momento con el mapa en sus manos.
Después de escapar de tan embriagador paisaje, algo aturdidos de tanto laberinto, hemos hecho un alto en el camino para almorzar los bocadillos que hemos preparado esta mañana en nuestra cv, y la verdad con tanto desgaste en la visita y los panes comprados ayer en la Alfama, nos han sabido de maravilla.

Nos acercamos al casco histórico de nuevo, pues la Quinta queda a las afueras de allí y antes de emprender nuestro paseo, hacemos una parada en un café pequeñito pero muy tradicional para tomar los postres. No ha sido difícil hacernos con una mesa velador, lo difícil es elegir qué pastel comer. Nosotros hemos elegido lo que parce típico de Sintra, las queijadas y algún bollo más que se me antoja a mí y que Boni y yo compartiremos. Adrián no duda ni un momento, se ha acercado al mostrador para elegir lo que va a tomar. Pero Alex tiene el gran dilema del día, no quiere desprenderse del chicle que le hemos dicho tiene que tirar para poder comer un dulce. Es una chuche que se convierte en chicle y que compró ayer en Lisboa en la tienda de delicatessen. Me ha dicho, inocentemente que como ya no volverá más allí, será imposible conseguir otra igual. Es igual, mientras se lo piensa o no, hemos elegido por él un muphy relleno de tres chocolote y cuando lo ha visto aparecer ¡vaya si lo ha tirado!
Muy buena esa parada técnica que nos ha hecho reponer fuerzas para continuar nuestro paseo. El casco está en cuesta pero en quince minutos hemos acabado de visitar. Entre las casitas y los miradores se puede divisar el castillo o castelo dos Mouros, fortaleza musulmana, al que tenemos pensado subir más tarde. Los distintos palacios completan el conjunto. Evidentemente, se pueden visitar otros palacios como el de la Penha o el nacional de Sintra. Todos y cada uno serán preciosos y revelaran una historia pero nosotros ya hemos optado esta mañana por uno de ellos y la verdad nos parece suficiente. Sintra, verdaderamente es una borrachera de quintas, casas señoriales y palacios que constituyen una interesante riqueza cultural y natural. Patrimonio de la humanidad por la UNESCO, la Vila Velha, como es llamada constituye una manifestación exagerada del romanticismo de la época.
Hemos terminado de pasear por Sintra y a mí se me ocurre que subir al castillo, a lo mejor no es tan buena idea. Hay un tramo de media hora que se tiene que hacer andando para alcanzar unas ruinas amuralladas que lo más interesante que tienen es la vista al valle y al mar. El día en Sintra no está totalmente despejado y seguramente lo más valioso del mirador debido a ello no va a ser tan espectacular. Demasiado esfuerzo para los enanos para tan poca recompensa. Cambiamos de planes inmediatamente y pensamos que nuestra nueva elección puede poner el broche de oro al viaje.

Efectivamente ¡Eureka! Terminamos como empezamos. Son solo las 15.45 horas y nos dirigimos con el coche al cabo de Roca. Este cabo es la punta más occidental de Europa, en línea recta y atravesando las Azores, se encuentra a 5549 km de Washintong. Bajamos desde Sintra hasta la costa y eso nos llevará unos quince minutos de viaje. La carretera es estrecha y como cabe esperar llena de curvas. Esta dificultad la suple su paisaje, repleto de quintas rodeadas de toda clase de vegetación arbórea. En una de las curvas hemos hecho un alto para fotografiar el palacio de Monserrat que se deja entrever en el paisaje. Los niños van a lo suyo, entre pelea y juego un abrazo de reconciliación y cariñito que terminará en capón, tirón de capucha o algo parecido. De vez en cuando preguntan por lo que se han perdido, pero solo es una pregunta de cortesía porque inmediatamente empiezan con sus historias. Van jugando con una pelota de papel y se la van metiendo……..en cualquier sitio. De vez en cuando mantenemos a cada uno de ellos mirando hacia sus ventanas, con la única intención de que permanezcan tranquilos un segundo, pero claro, vuelven a las armas. Estamos acercándonos al cabo y el camino nos recuerda a nuestra adorada Tramontana, solo que con un verde más intenso, característico de esta parte del Atlántico. No en balde está orientada hacia el oeste y la caída del sol que se refleja en el mar y que podemos ver a través de la montaña nos despierta los mismos sentidos.
Ya hemos llegado al faro y acabamos de aparcar. Alex se ha pillado con la puerta del coche por hacer el tonto y Adrián sale de él fingiendo dolor de cabeza. Este paseo les reconfortará. Es un regalo para la vista y una medicina para los restantes sentidos. Estamos en la punta más occidental de Europa a una temperatura envidiable con una puesta del sol, más envidiable aún. Hay una franja dorada proyectada en el océano que Adrián dice le gustaría atravesar. Estamos sentados los cuatro en el muro y Boni se siente feliz. La verdad es que no hace falta ser un enamorado del mar como él para sentirse a gusto en este lugar. Hoy el mar esta como una balsa, no parece el Atlántico ni siquiera diciembre por eso vamos a aprovechar al máximo este momento. Paseamos con los niños alrededor del acantilado y en el transcurso Alex ya ha tropezado dos veces con caída incluida. Hay algún single meditando que supongo se preguntará cómo somos capaces de saborear el instante pero estoy segura que, aún así, somos muy afortunados, para nosotros los más.
Nos gustaría perpetrar este momento pero debemos arrancar, dejamos a nuestras espaldas la punta más occidental de Europa y nos despedimos pensando que como hemos estado en el de Trafalgar, ahora en Roca, será posible algún día alcanzar Cabo Norte. Pero eso será en otro relato.

Sábado 10 de diciembre de 2011
Lisboa- Moralzarzal
“El Regreso”

Una vez más hemos descansando de lo lindo. Hoy el día es lluvioso. Podemos estar en el camping hasta las 12.00 horas, por lo que hemos pensado recoger y limpiar bien la caravana, para que cuando lleguemos a Moralzarzal la podamos dejar aparcada en el parking directamente y así despreocuparnos y descansar el domingo. Como siempre, Boni es el responsable de los depósitos y junto a los niños se encarga de vaciarlos perfectamente. Yo, soy la responsable de recoger el interior y limpiarlo y cerciorarme de que los maleteros queden vacíos y bien acoplados. Todo está listo para emprender el viaje de vuelta, solo a falta de vaciar la nevera cuando lleguemos a destino. Boni a su vez, ha recogido el cable de la luz. Comprobamos que el termo esté desconectado, el gas cerrado, antena recogida, ventanas perfectamente cerradas. Está lloviendo mucho y nos estamos calando, mientras los niños esperan en el coche con sus respectivas psps que serán sus compañeras incansables a lo largo de todo el viaje. Ahora solo falta enganchar. Esta vez soy yo la que voy a acoplar el coche. Lo acerco el a la cv , mientras Boni me dirige. ¡Perfecto! Con los consejos imprescindibles de nuestro amigo Paco, no hemos tenido ningún problema. Ahora quitamos patas, mover. Boni se pone al volante y yo me quedo fuera controlando que en la salida de la parcela no se golpee con nada. El coche y la caravana giran estupendamente. Ha sido un éxito. Es un camping comodísimo. Una vez que tenemos enfilada la cv en línea recta con el coche, gradúo a Boni los espejos mientras el me va indicando. Salimos del camping, despidiéndonos del personal que queda a lo lejos. Hemos programado nuestro navegador rumbo a casa. Llueve mucho, diluvia diría yo. Hay que ser muy prudentes en la salida de Lisboa. Emprendemos el viaje,muy contentos, nos hemos divertido mucho y vamos muy ilusionados.
Ayer, cuando nos fuimos a dormir, Alex lloraba desconsolado porque no se quería ir de Portugal. Tuvimos que consolarle, contándole chistes y gracias porque era como todas las magdalenas que se ha comido durante la estancia. Al final quedo convencido de que volverá y que le quedan muchos sitios donde disfrutar.
Sigue lloviendo, hemos circulado por uno de los cinturones de la ciudad y ya divisamos el Ponte 25 do Abril. Como en todas las ciudades cuando llueve, la circulación hoy está un poco accidentada. En nuestro recorrido ya hemos rebasado dos golpes. Pero nos encaminamos al puente que ahí está. Esta vez, ya no nos impone tanto con la cv. Nos despedimos de Lisboa con una estampa preciosa. Numerosos veleros están aprovechando este día para salir a navegar y el Tejo está repleto de ellos. Desde el puente podemos divisar una de las partes que hemos visitado, el barrio de Belém con sus monumentos al fondo. Ya los podemos situar. Eso es lo que me gusta de viajar. Cuando acabas de visitar un lugar, todo cobra otro sentido porque, de alguna manera uno se convierte en protagonista indiscutible de la escena. El parabrisas no da abasto a sacudir el agua. Lisboa se despide de nosotros con agua, un agua que no cesará y nos acompañará a lo largo del todo trayecto. Los niños asoman la cabeza para despedirse de ella, pero lo justo, lo que sus incansables partidas en las maquinitas les permiten mirar. Para ellos este viaje cobrará, sin duda, otro sentido diferente al nuestro. Pero hay un denominador común en todos nosotros: Lo hemos pasado genial y hemos sido muy felices. Gracias Lisboa.





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